Cada herida es un trofeo.
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Cada herida es un trofeo.
Recuerdos del pasado...
Camino sobre mármol. Un agobiante número de lienzos se extienden sobre las paredes blancas, desnudas.
Me paro en el primero. Un pájaro mal dibujado a carboncillo sobre una lámina raída.
Echo
a andar sin fijarme en nada más que en el propio movimiento de mis
pies... Al cabo de un rato, vuelvo a fijarme en la pared...
Extraño cambio.
Un
paisaje, podría decirse que bonito... y en el aire... tres esferas que
parecen estar ahí con naturalidad. Y es completamente...
Ah, ni siquiera sé cómo definirlo.
Sólo sé que me produce agobio.
Sigo
caminando, poco a poco los dibujos y lienzos van cambiando a
fotografías. Veo también varios libros tirados por el suelo, e incluso
blocs y hojas sueltas escritas a mano...
No sé por qué, todo éso me resulta familiar.
Empiezo a ver letras. Diseños. Algo demasiado ambiguo como para saber qué intenta representar.
Creo que veo el final del pasillo.
Echo
a correr. Ya no me fijo en todo lo que hay en las paredes. De todos
modos, de un tiempo a esta parte ya no me resultaba familiar.
Llego al final. Enfrente de mí se alza una pared completamente blanca.
Un espejo enorme se alza apoyado contra ella.
Y ahí estoy yo. Con mi chándal negro, una cadena al cuello, y frunciendo el ceño.
No me gusta esa imagen.
Sin pensármelo dos veces le pego un tremendo puñetazo al espejo, que salta en mil pedazos.
Cual es mi sorpresa al ver que tras el espejo había una sala oculta.
Me sangra el puño.
Pero me olvido del dolor cuando veo un enorme trofeo en el medio de la nueva sala que acabo de descubrir.
Lo rodeo, lo observo... veo que en su base está mi nombre, pero no me atrevo a tocarlo todavía.
Tengo la ligera sensación de que si lo cojo... algo pasará, un cambio demasiado grande como para asimilarlo.
Me resigno.
Agarro
el enorme trofeo con las dos manos, y lo levanto en peso.
Sorprendentemente, es muy ligero, y puedo cargarlo con una sóla mano
sin problema.
La base del trofeo... otro espejo. Empiezo a hartarme de estos chismes.
Alzo el puño sin contemplaciones, pero algo me detiene.
Mi rostro. Está ahí. Mirándome.
Desaparecieron
las arrugas de mi frente. En mi mirada ya no hay odio. Hay algo de
pena, y una lágrima tímida asoma bajo el párpado inferior.
La dejo caer.
Me fijo en mi boca.
Joder... ahí hay una sonrisa.
Chase.
Camino sobre mármol. Un agobiante número de lienzos se extienden sobre las paredes blancas, desnudas.
Me paro en el primero. Un pájaro mal dibujado a carboncillo sobre una lámina raída.
Echo
a andar sin fijarme en nada más que en el propio movimiento de mis
pies... Al cabo de un rato, vuelvo a fijarme en la pared...
Extraño cambio.
Un
paisaje, podría decirse que bonito... y en el aire... tres esferas que
parecen estar ahí con naturalidad. Y es completamente...
Ah, ni siquiera sé cómo definirlo.
Sólo sé que me produce agobio.
Sigo
caminando, poco a poco los dibujos y lienzos van cambiando a
fotografías. Veo también varios libros tirados por el suelo, e incluso
blocs y hojas sueltas escritas a mano...
No sé por qué, todo éso me resulta familiar.
Empiezo a ver letras. Diseños. Algo demasiado ambiguo como para saber qué intenta representar.
Creo que veo el final del pasillo.
Echo
a correr. Ya no me fijo en todo lo que hay en las paredes. De todos
modos, de un tiempo a esta parte ya no me resultaba familiar.
Llego al final. Enfrente de mí se alza una pared completamente blanca.
Un espejo enorme se alza apoyado contra ella.
Y ahí estoy yo. Con mi chándal negro, una cadena al cuello, y frunciendo el ceño.
No me gusta esa imagen.
Sin pensármelo dos veces le pego un tremendo puñetazo al espejo, que salta en mil pedazos.
Cual es mi sorpresa al ver que tras el espejo había una sala oculta.
Me sangra el puño.
Pero me olvido del dolor cuando veo un enorme trofeo en el medio de la nueva sala que acabo de descubrir.
Lo rodeo, lo observo... veo que en su base está mi nombre, pero no me atrevo a tocarlo todavía.
Tengo la ligera sensación de que si lo cojo... algo pasará, un cambio demasiado grande como para asimilarlo.
Me resigno.
Agarro
el enorme trofeo con las dos manos, y lo levanto en peso.
Sorprendentemente, es muy ligero, y puedo cargarlo con una sóla mano
sin problema.
La base del trofeo... otro espejo. Empiezo a hartarme de estos chismes.
Alzo el puño sin contemplaciones, pero algo me detiene.
Mi rostro. Está ahí. Mirándome.
Desaparecieron
las arrugas de mi frente. En mi mirada ya no hay odio. Hay algo de
pena, y una lágrima tímida asoma bajo el párpado inferior.
La dejo caer.
Me fijo en mi boca.
Joder... ahí hay una sonrisa.
Chase.
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