Pub Rhapsody
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Dakiraii
Dhaos
Administración
7 participantes
No Name :: Ocio y juegos :: Juegos de Rol :: Vampiro la mascarada :: Partida
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Pub Rhapsody
La partida está abierta. Todo aquel que desee participar puede. Se ruega que leáis las normas antes de participar.
Se pide que los que pretendan participar en dicha partida, manden un MP a Dhaos con el nombre de su personaje y de su clan. En este mismo post se expondrá la lista de participantes.
Si no has sido añadido, puedes participar igual en esta partida ya que se te añadirá en cuanto sea posible. Si algún usuario observa que no ha sido añadido y han pasado ya varios días sin ser actualizado este post con su nombre, puede reenviar el MP a Dhaos o en todo caso a cualquiera de los otros administradores, ya sea Dakiraii o Solhdeck, que les añadirán enseguida.
Asimismo, agradeceríamos que cuando contestéis, pongáis el nombre de vuestro personaje en el apartado Asunto; así resultará más fácil para todos saber quién ha dicho qué cosas. De no hacerlo, será la administración la encargada de dicha tarea (pero todos tendrán su nombre en el asunto); sin embargo, se agradece la colaboración.
Un saludo desde la administración.
Liliane Françoise de Noailles - Ventrue (Chiharu)
Álvaro de la Rosa - Tzimisce (Dhaos)
Andreas Petronacci - Lasombra (Solhdeck)
Nyo - Malkavian (Nullien)
Anastasia Luminis de Gaia - Ventrue (Erika)
Maximilian Strauss - Toreador (ManuelD-LLO-)
Angel - Licántropo (Ichigo)
Zacharias - Ravnos (Joichiro)
Se pide que los que pretendan participar en dicha partida, manden un MP a Dhaos con el nombre de su personaje y de su clan. En este mismo post se expondrá la lista de participantes.
Si no has sido añadido, puedes participar igual en esta partida ya que se te añadirá en cuanto sea posible. Si algún usuario observa que no ha sido añadido y han pasado ya varios días sin ser actualizado este post con su nombre, puede reenviar el MP a Dhaos o en todo caso a cualquiera de los otros administradores, ya sea Dakiraii o Solhdeck, que les añadirán enseguida.
Asimismo, agradeceríamos que cuando contestéis, pongáis el nombre de vuestro personaje en el apartado Asunto; así resultará más fácil para todos saber quién ha dicho qué cosas. De no hacerlo, será la administración la encargada de dicha tarea (pero todos tendrán su nombre en el asunto); sin embargo, se agradece la colaboración.
Un saludo desde la administración.
Participantes
Liliane Françoise de Noailles - Ventrue (Chiharu)
Álvaro de la Rosa - Tzimisce (Dhaos)
Andreas Petronacci - Lasombra (Solhdeck)
Nyo - Malkavian (Nullien)
Anastasia Luminis de Gaia - Ventrue (Erika)
Maximilian Strauss - Toreador (ManuelD-LLO-)
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Zacharias - Ravnos (Joichiro)
Administración- No Name
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Fecha de inscripción : 28/11/2007
Álvaro de la Rosa
-"Al final ha logrado encontrarme... ¡será cabrón!"-
Maldije en silencio, mientras caminaba a una velocidad acelerada por las calles, alejándome del centro, buscando un sitio donde resguardarme y alimentarme.
-"Ese mortal de mierda de Anthony ha conseguido seguirme hasta España y reconocerme, pese a haber cambiado mi apariencia. No sé como lo hace, pero está muy bien organizado y está dispuesto a acabar conmigo. Ojalá recordase por qué..."-
Buscaba un sitio medianamente tranquilo donde hubiese víctimas de las que alimentarse sin hacer demasiado ruido. Por suerte, todavía llevaba conmigo todas mis armas y podía utilizarlas en caso de necesidad.
Entonces, y como si se tratase de magia, encontré el local que buscaba. Estaba alejado del bullicio de la ciudad y las calles de su alrededor estaban totalmente desiertas. Casi todos los locales cercanos habían sido abandonados y estaban preparados para ser derrumbados. Pero ese seguía vivo y esperándome. Un cartel luminoso que se alzaba desde el segundo piso del local rezaba Pub Rhapsody.-"Bonito nombre"-pensé.
Mi apariencia era la de un joven adolescente que no llegaba a superar la mayoría de edad, con rasgos todavía suaves. El pelo, de color azabache, alcanzaba la parte superior de la espalda y mis ojos hacían juego con mi pelo. Era una apariencia que había adquirido días atrás, poco después de haber llegado a España, para que mis perseguidores no me reconociesen, pero la experiencia reciente me había demostrado que no había servido para nada. Mis ropas eran negras, tapadas con una larga chaqueta negra.
Me adentré en el local tras abrir la chirriante puerta y observé el lúgubre local. Las escasas luces poco iluminaban el pequeño edificio y poca gente lo llenaba, algo que agradecía. El dueño servía una vaso a uno de los 5 clientes de aspecto siniestro al son de la, a mi gusto, buena música mientras yo caminaba despacio hacia el interior del local. Cuando su vista me alcanzó, abrió la boca:
-¡Oye, enano! No está permitida la entrada a menores, así que... ¡FUERA DE...-no pudo terminar la frase, ya que uno de mis cuchillos había atravesado su vacía cabeza, que pocos segundos después, se precipitó contra el suelo.
Miré detenidamente a mis víctimas, que todavía intentaban ver que había ocurrido y sus mentes no habían alcanzado a comprender el peligro que corrían. Su aspecto era siniestro y oscuro, incluso podría llegar a pensar que imitaban a algún vampiro que yo había conocido durante mi larga no-vida. Sonreí, y en pocos minutos me alimenté y sacié mi sed de sangre con aquellos infelices humanos cuyo destino los había llevado hasta mí, su perdición.
En poco tiempo, el Rhapsody quedó vacío de toda vida y manchado de sangre. Sin limpiarme la sangre que se deslizaba por mis comisuras y por mi ropa, me dejé caer al suelo y apoyé mi cabeza contra la barra, cerrando los ojos. El ansia de venganza crecía en mi interior tras el placer de alimentarme...
Maldije en silencio, mientras caminaba a una velocidad acelerada por las calles, alejándome del centro, buscando un sitio donde resguardarme y alimentarme.
-"Ese mortal de mierda de Anthony ha conseguido seguirme hasta España y reconocerme, pese a haber cambiado mi apariencia. No sé como lo hace, pero está muy bien organizado y está dispuesto a acabar conmigo. Ojalá recordase por qué..."-
Buscaba un sitio medianamente tranquilo donde hubiese víctimas de las que alimentarse sin hacer demasiado ruido. Por suerte, todavía llevaba conmigo todas mis armas y podía utilizarlas en caso de necesidad.
Entonces, y como si se tratase de magia, encontré el local que buscaba. Estaba alejado del bullicio de la ciudad y las calles de su alrededor estaban totalmente desiertas. Casi todos los locales cercanos habían sido abandonados y estaban preparados para ser derrumbados. Pero ese seguía vivo y esperándome. Un cartel luminoso que se alzaba desde el segundo piso del local rezaba Pub Rhapsody.-"Bonito nombre"-pensé.
Mi apariencia era la de un joven adolescente que no llegaba a superar la mayoría de edad, con rasgos todavía suaves. El pelo, de color azabache, alcanzaba la parte superior de la espalda y mis ojos hacían juego con mi pelo. Era una apariencia que había adquirido días atrás, poco después de haber llegado a España, para que mis perseguidores no me reconociesen, pero la experiencia reciente me había demostrado que no había servido para nada. Mis ropas eran negras, tapadas con una larga chaqueta negra.
Me adentré en el local tras abrir la chirriante puerta y observé el lúgubre local. Las escasas luces poco iluminaban el pequeño edificio y poca gente lo llenaba, algo que agradecía. El dueño servía una vaso a uno de los 5 clientes de aspecto siniestro al son de la, a mi gusto, buena música mientras yo caminaba despacio hacia el interior del local. Cuando su vista me alcanzó, abrió la boca:
-¡Oye, enano! No está permitida la entrada a menores, así que... ¡FUERA DE...-no pudo terminar la frase, ya que uno de mis cuchillos había atravesado su vacía cabeza, que pocos segundos después, se precipitó contra el suelo.
Miré detenidamente a mis víctimas, que todavía intentaban ver que había ocurrido y sus mentes no habían alcanzado a comprender el peligro que corrían. Su aspecto era siniestro y oscuro, incluso podría llegar a pensar que imitaban a algún vampiro que yo había conocido durante mi larga no-vida. Sonreí, y en pocos minutos me alimenté y sacié mi sed de sangre con aquellos infelices humanos cuyo destino los había llevado hasta mí, su perdición.
En poco tiempo, el Rhapsody quedó vacío de toda vida y manchado de sangre. Sin limpiarme la sangre que se deslizaba por mis comisuras y por mi ropa, me dejé caer al suelo y apoyé mi cabeza contra la barra, cerrando los ojos. El ansia de venganza crecía en mi interior tras el placer de alimentarme...
Última edición por el Mar 11 Dic 2007, 01:29, editado 1 vez
Dhaos- Administrador
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Edad : 35
Fecha de inscripción : 20/11/2007
Liliane Françoise de Noailles
La suave luz de la luna llena acariciaba mi blanca tez. Los grandes ventanales, abiertos de par en par, acompañaban la noche con la suave melodía del viento.
Me levanté dócilmente y desenmarañé mi larga cabellera mientras observaba la luna.
Hermosa noche para pasear… - pensé mientras me acicalaba.
Una vez preparada, tomé mi capa del ropero y salí a las frías calles.
Comencé a caminar sin rumbo hasta llegar a una de tantas calles recónditas de la ciudad.Allí solo un bar llamó mi atención, quizá porque era el único que parecía decente. Al acercarme unos pasos leí su singular cartel, Rhapsody.
Al aproximarme a la puerta de aquel local no conseguí escuchar ninguna voz, por lo que supuse que no habría nadie. Dejando a un lado al tabernero, que tenía esperanzas de que siguiera allí para servirme.
Al abrir la puerta mi cerebro se estimuló.
Sangre - dije para mi mientras me adentraba en aquel lugar.
Retiré la capucha que cubría mi rostro, dejando ver mi larga y oscura cabellera. Sonreí abiertamente al ver que al fondo del local un niño había ensuciado sus ropajes, que supuse, serían de la sangre de los hombres y mujeres que yacían en el suelo del tugurio.
Mis ojos grises recorrieron cada rincón de aquel lugar. Mis pies esquivaron cualquier resquicio de sangre y me acerqué a aquel muchacho para verle mejor. Tenía suaves rasgos, al fin y al cabo, era un niño.
Retiré la capa de mis hombros, dejando ver la pálida piel de mi pecho. De uno de los bolsillos interiores saqué un pequeño pañuelo, que le tendí amablemente a aquel muchacho.
Me levanté dócilmente y desenmarañé mi larga cabellera mientras observaba la luna.
Hermosa noche para pasear… - pensé mientras me acicalaba.
Una vez preparada, tomé mi capa del ropero y salí a las frías calles.
Comencé a caminar sin rumbo hasta llegar a una de tantas calles recónditas de la ciudad.Allí solo un bar llamó mi atención, quizá porque era el único que parecía decente. Al acercarme unos pasos leí su singular cartel, Rhapsody.
Al aproximarme a la puerta de aquel local no conseguí escuchar ninguna voz, por lo que supuse que no habría nadie. Dejando a un lado al tabernero, que tenía esperanzas de que siguiera allí para servirme.
Al abrir la puerta mi cerebro se estimuló.
Sangre - dije para mi mientras me adentraba en aquel lugar.
Retiré la capucha que cubría mi rostro, dejando ver mi larga y oscura cabellera. Sonreí abiertamente al ver que al fondo del local un niño había ensuciado sus ropajes, que supuse, serían de la sangre de los hombres y mujeres que yacían en el suelo del tugurio.
Mis ojos grises recorrieron cada rincón de aquel lugar. Mis pies esquivaron cualquier resquicio de sangre y me acerqué a aquel muchacho para verle mejor. Tenía suaves rasgos, al fin y al cabo, era un niño.
Retiré la capa de mis hombros, dejando ver la pálida piel de mi pecho. De uno de los bolsillos interiores saqué un pequeño pañuelo, que le tendí amablemente a aquel muchacho.
Álvaro de la Rosa
No pasó mucho tiempo cuando oí el chirriar de la puerta del local, a mi pesar, pero no abrí los ojos. Si oía a alguien correr tras gritar desgarrando su voz, dejaría que se fuese, ya que poco me importaba. Si oía como se iba sin decir nada, mataría a ese alguien por si acaso, por si era un humano a las órdenes de Anthony. Pero ocurrió otra cosa. El sonido de los pasos se acercaba a mí. Eran unos pasos que andaban con decisión, delicadeza y con posible cautela. Cuando el sonido de sus pies cesaron, abrí mis ojos y vi cerca de mi nariz un inmaculado pañuelo, que una amable mano me ofrecía. A la mano le seguía un brazo y el brazo pertenecía a una joven vampiresa de aspecto destacablemente bello. Las sinuosas formas de su cuerpo atraían mi mirada como si fuera el adolescente que mi vicisitud había podido crearme. Como había supuesto al oir sus pisadas, era una mujer delicada, ya que no tenía ni una sola mancha de sangre en todo su cuerpo, algo difícil de conseguir en un local esparcido de ese delicioso jugo.
Ver su cuidada postura y su elegante movimiento al ofrecerme el pañuelo y compararlo con mi postura vulgar, tirado en el suelo, con la chaqueta llena de sangre... era una situación algo vergonzosa. Aunque después de haberlo pensado bien, yo era alguien vulgar y suponía que ella no lo era.
Cogí el pañuelo intentando no tocar sus frías manos para no molestar a la mujer mientras me incorporaba. Una vez incorporado, la miré a los ojos y dije:
-Muy amable. Gracias... señorita.-dije, haciendo una breve reverencia.
Usé el pañuelo para limpiarme la sangre que descendía por mis comisuras. Mi chaqueta sería imposible de limpiar con ese delicado trozo de seda, así que me la quité y la tiré a una de las sillas, dejando ver las intactas prendas que tenía debajo. A continuación dejé el pañuelo sobre la barra. Salté por encima de ella y arranqué el cuchillo de la cabeza del camarero, con el cuidado suficiente de no volverme a manchar. Sequé el cuchillo con la ropa del camarero y volví a guardármelo. Volví a coger el pañuelo y busqué el baño con la mirada. Cuando lo encontré, caminé hacia él y abrí el grifo para quitar la sangre del pañuelo.
Cuando lo creí limpio, salí del baño y se lo devolví a la mujer.
-De nuevo, gracias. Y...-dije, mirando los destrozados cadáveres esparcidos por el local.-siento el estropicio. Tenía sed.
Pensé en la posibilidad de si tuviera que decirle mi nombre y se debía mentirle. Dudaba mucho que fuera una aliada de Anthony por el hecho de ser cainita, pero cualquier precaución era poca. Casi sin dejar pausa entre decirle una cosa y otra, volví a hablar:
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía.-al momento me di cuenta de que sonaba un poco como una amenaza, que la había tuteado sin su permiso y que había vuelto a sonar vulgar, así que me corregí.-No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.-
La miré, pensando en que tal vez había hablado demasiado. Pero el haberle dado tanta información, tal vez me permitiría ver cuáles eran sus intenciones...
Ver su cuidada postura y su elegante movimiento al ofrecerme el pañuelo y compararlo con mi postura vulgar, tirado en el suelo, con la chaqueta llena de sangre... era una situación algo vergonzosa. Aunque después de haberlo pensado bien, yo era alguien vulgar y suponía que ella no lo era.
Cogí el pañuelo intentando no tocar sus frías manos para no molestar a la mujer mientras me incorporaba. Una vez incorporado, la miré a los ojos y dije:
-Muy amable. Gracias... señorita.-dije, haciendo una breve reverencia.
Usé el pañuelo para limpiarme la sangre que descendía por mis comisuras. Mi chaqueta sería imposible de limpiar con ese delicado trozo de seda, así que me la quité y la tiré a una de las sillas, dejando ver las intactas prendas que tenía debajo. A continuación dejé el pañuelo sobre la barra. Salté por encima de ella y arranqué el cuchillo de la cabeza del camarero, con el cuidado suficiente de no volverme a manchar. Sequé el cuchillo con la ropa del camarero y volví a guardármelo. Volví a coger el pañuelo y busqué el baño con la mirada. Cuando lo encontré, caminé hacia él y abrí el grifo para quitar la sangre del pañuelo.
Cuando lo creí limpio, salí del baño y se lo devolví a la mujer.
-De nuevo, gracias. Y...-dije, mirando los destrozados cadáveres esparcidos por el local.-siento el estropicio. Tenía sed.
Pensé en la posibilidad de si tuviera que decirle mi nombre y se debía mentirle. Dudaba mucho que fuera una aliada de Anthony por el hecho de ser cainita, pero cualquier precaución era poca. Casi sin dejar pausa entre decirle una cosa y otra, volví a hablar:
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía.-al momento me di cuenta de que sonaba un poco como una amenaza, que la había tuteado sin su permiso y que había vuelto a sonar vulgar, así que me corregí.-No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.-
La miré, pensando en que tal vez había hablado demasiado. Pero el haberle dado tanta información, tal vez me permitiría ver cuáles eran sus intenciones...
Última edición por el Mar 11 Dic 2007, 01:30, editado 1 vez
Dhaos- Administrador
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Fecha de inscripción : 20/11/2007
Andreas Petronacci
La noche había sido provechosa y el cielo, despejado como estaba, me animó bastante. Decidí empezar a investigar aquella ciudad que no conocía. Ciertos asuntos de negocios me habían arrastrado hasta ahí hacía un par de días, pero el trabajo y el placer (más lo segundo que lo primero) me mantuvieron ocupado la mayor parte del tiempo.
Así, pues, inicié la marcha por los oscuros callejones, donde ratas intentaban alimentarse de cubos de basura que pronto serían recogidos. Los charcos del suelo parecían indicar que había llovido hacía poco; sin embargo algunos llevaban ahí meses o incluso años.
La ciudad no me gustaba. Todo demasiado viejo, demasiado feo... hasta que vi a una bella dama paseando por los más oscuros y peligrosos callejones como si la vida que en ellos se desarrolla no fuera con ella. La observé unos segundos y la seguí algunos metros. Me sorprendió que se quedara unos segundos detenida a mirar un cartel. Rhapsody leí. Ella entró; y algo en el interior del local pareció animarla.
Habiendo saciado mi sed de sobra, decidí seguir a la bella jóven hasta que me aburriese.
He de admitir que la imagen que encontré al atravesar las puertas del local me desconcertó momentáneamente. La sangre y la pintura ocupaban por partes las paredes. En el suelo, algunos lagos y riachuelos rojos le daban un toque de lúgubre al local, mientras que la música ocupaba la estancia. La música moderna nunca me había gustado. No fui capaz de adaptarme a la era de la tecnología como muchos otros. Sin embargo, la buena música la sigo apreciando... y lo que sonaba era música buena. Más allá del centro de la sala, la joven a la que seguía estaba agachada con una mano extendida. Por un momento me planteé la posibilidad de que hubiera sido ella la responsable de la masacre; pero debido al escaso tiempo transcurrido y al estado de semicoagulación de algunos hilos de sangre deduje que la obra tenía otro autor.
Me incliné ligeramente a mi derecha y pude observar una sonrisa de satisfacción en un rostro infantil. Decidí ser silencioso y me oculté entre las sombras del local. Por suerte la iluminación era escasa y las sombras muchas, por lo que no tuve ningún problema. El sigilo siempre había sido mi fuerte y las sombras mis esclavas. Me senté en uno de los asientos vacíos y observé a la pareja.
Él agradeció el pañuelo y se limpió con él; acto seguido su chaqueta voló hasta una silla y él por encima de la barra; quitándole un cuchillo al camarero de alguna parte de su cuerpo. Limpió el pañuelo como pudo y se lo devolvió a su dueña.
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, -dijo él- así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía. No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.
-A ti y a todos. No te sientas especial por ello. - interrumpí. Me acerqué al espejo de detrás de la barra y actué como si me estuviera mirando en él mientras colocaba la corbata de mi traje bien. Sin embargo, en ese espejo no había ningún reflejo mío. - El mundo cada vez está más peligroso. Hay quien diría que es mejor que nos moviésemos juntos. - Me peiné mientras seguía con el paripé de mirarme en el espejo.
Así, pues, inicié la marcha por los oscuros callejones, donde ratas intentaban alimentarse de cubos de basura que pronto serían recogidos. Los charcos del suelo parecían indicar que había llovido hacía poco; sin embargo algunos llevaban ahí meses o incluso años.
La ciudad no me gustaba. Todo demasiado viejo, demasiado feo... hasta que vi a una bella dama paseando por los más oscuros y peligrosos callejones como si la vida que en ellos se desarrolla no fuera con ella. La observé unos segundos y la seguí algunos metros. Me sorprendió que se quedara unos segundos detenida a mirar un cartel. Rhapsody leí. Ella entró; y algo en el interior del local pareció animarla.
Habiendo saciado mi sed de sobra, decidí seguir a la bella jóven hasta que me aburriese.
He de admitir que la imagen que encontré al atravesar las puertas del local me desconcertó momentáneamente. La sangre y la pintura ocupaban por partes las paredes. En el suelo, algunos lagos y riachuelos rojos le daban un toque de lúgubre al local, mientras que la música ocupaba la estancia. La música moderna nunca me había gustado. No fui capaz de adaptarme a la era de la tecnología como muchos otros. Sin embargo, la buena música la sigo apreciando... y lo que sonaba era música buena. Más allá del centro de la sala, la joven a la que seguía estaba agachada con una mano extendida. Por un momento me planteé la posibilidad de que hubiera sido ella la responsable de la masacre; pero debido al escaso tiempo transcurrido y al estado de semicoagulación de algunos hilos de sangre deduje que la obra tenía otro autor.
Me incliné ligeramente a mi derecha y pude observar una sonrisa de satisfacción en un rostro infantil. Decidí ser silencioso y me oculté entre las sombras del local. Por suerte la iluminación era escasa y las sombras muchas, por lo que no tuve ningún problema. El sigilo siempre había sido mi fuerte y las sombras mis esclavas. Me senté en uno de los asientos vacíos y observé a la pareja.
Él agradeció el pañuelo y se limpió con él; acto seguido su chaqueta voló hasta una silla y él por encima de la barra; quitándole un cuchillo al camarero de alguna parte de su cuerpo. Limpió el pañuelo como pudo y se lo devolvió a su dueña.
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, -dijo él- así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía. No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.
-A ti y a todos. No te sientas especial por ello. - interrumpí. Me acerqué al espejo de detrás de la barra y actué como si me estuviera mirando en él mientras colocaba la corbata de mi traje bien. Sin embargo, en ese espejo no había ningún reflejo mío. - El mundo cada vez está más peligroso. Hay quien diría que es mejor que nos moviésemos juntos. - Me peiné mientras seguía con el paripé de mirarme en el espejo.
Solhdeck- Administrador
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Edad : 36
Localización : Coruña
Fecha de inscripción : 20/11/2007
Ficha de personaje
NOMBRE: Eric Mim
EDAD: 29
PROFESION: Periodista
Liliane Françoise de Noailles
En cuanto le tendí el pañuelo el joven me observó durante unos segundos. Poco después de salir de ese pequeño trance, estiró su mano, sin llegar a rozar la mía, cogiendo el pañuelo.
-Muy amable. Gracias... señorita- esas palabras salieron de su pequeña y dulce boca junto a una bella reverencia.
Limpió su boca y para mi sorpresa saltó tras la barra, aunque no logré a ver para que fin. Mi mirada era curiosa y mi postura paciente. El joven se apresuro a lavar el pañuelo que le había dejado, tendiendomelo de nuevo.
-De nuevo, gracias. Y... siento el estropicio. Tenía sed.
Sonrei ante aquel comentario, pero no le interrumpí, ya que parecia querer seguir hablando.
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía. No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.
Su comentario logró despertar mi curiosidad. Podría decir que se interesa por mi no-vida, pero era poco o nada probable. Antes de que pudiera contestar, un hombre, salido de la nada interrumpió en nuestra conversación.
-A ti y a todos. No te sientas especial por ello. – se acercó a un espejo y comenzó a acicalarse- El mundo cada vez está más peligroso. Hay quien diría que es mejor que nos moviésemos juntos.
-No debes preocuparte por mi no-vida- dije mientras rozaba su mejilla- y tampoco deberías tomarte tantas molestias por un simple pañuelo.
Tomé el pañuelo con cuidado y volví a guardarlo en el bolsillo interior de la capa. Mientras, mi mirada de desconcierto a la par que de fascinación se clavaba en aquel hombre.
Que afortunada, en una sola noche me encuentro a dos apuestos hombres pensé mientras me movia sinuosamente a la par que suavemente entre ambos.
-Le doy la razón, señor mío. Moverse solo actualmente es un peligro, aunque me enorgullezco de no tener ningún problema. - sonreí- Me disculpo por mi mala educación, mi nombre es Liliane Françoise de Noailles y me gustaría saciar mi curiosidad quedandome aquí, siempre que no sea una molestia- dije mientras hacía una revencia.
Guardé la postura mientras levantaba la vista, esperando una respuesta.
-Muy amable. Gracias... señorita- esas palabras salieron de su pequeña y dulce boca junto a una bella reverencia.
Limpió su boca y para mi sorpresa saltó tras la barra, aunque no logré a ver para que fin. Mi mirada era curiosa y mi postura paciente. El joven se apresuro a lavar el pañuelo que le había dejado, tendiendomelo de nuevo.
-De nuevo, gracias. Y... siento el estropicio. Tenía sed.
Sonrei ante aquel comentario, pero no le interrumpí, ya que parecia querer seguir hablando.
-Pensaba quedarme parte de esta noche aquí, así que sería mejor que te fueras. No me molestará tu compañía, pero pocos han seguido vivos tras ser parte de mi compañía. No me entienda mal, señorita. Pero más de uno desea verme convertido en cenizas.
Su comentario logró despertar mi curiosidad. Podría decir que se interesa por mi no-vida, pero era poco o nada probable. Antes de que pudiera contestar, un hombre, salido de la nada interrumpió en nuestra conversación.
-A ti y a todos. No te sientas especial por ello. – se acercó a un espejo y comenzó a acicalarse- El mundo cada vez está más peligroso. Hay quien diría que es mejor que nos moviésemos juntos.
-No debes preocuparte por mi no-vida- dije mientras rozaba su mejilla- y tampoco deberías tomarte tantas molestias por un simple pañuelo.
Tomé el pañuelo con cuidado y volví a guardarlo en el bolsillo interior de la capa. Mientras, mi mirada de desconcierto a la par que de fascinación se clavaba en aquel hombre.
Que afortunada, en una sola noche me encuentro a dos apuestos hombres pensé mientras me movia sinuosamente a la par que suavemente entre ambos.
-Le doy la razón, señor mío. Moverse solo actualmente es un peligro, aunque me enorgullezco de no tener ningún problema. - sonreí- Me disculpo por mi mala educación, mi nombre es Liliane Françoise de Noailles y me gustaría saciar mi curiosidad quedandome aquí, siempre que no sea una molestia- dije mientras hacía una revencia.
Guardé la postura mientras levantaba la vista, esperando una respuesta.
Álvaro de la Rosa
-A ti y a todos. No te sientas especial por ello. – dijo un vástago que había aparecido de las sombras y que no había llamado mi atención hasta el momento de hablar. Fue hasta un espejo y vi como se colocaba algo de la ropa. -El mundo cada vez está más peligroso. Hay quien diría que es mejor que nos moviésemos juntos.-
A primera vista me pareció un vampiro con el que debería tener cuidado. Antes de que yo pudiera pronunciar palabra alguna, la mujer que me había prestado amablemente el pañuelo de seda, contestó:
-No debes preocuparte por mi no-vida- pronunció con un absorvente acento francés, tan delicado como sus ropajes e incluso ella misma, a la vez que rozaba suavemente mi mejilla con sus frías manos, demostrando una vez más mi teoría de la delicadeza de su "persona"- y tampoco deberías tomarte tantas molestias por un simple pañuelo.-
Por su forma de actuar, supuse que pensaba que yo era un niño. Al fin y al cabo no estaba del todo equivocada, mi sire me había recordado que me había dado la no-vida cuando yo todavía era muy joven. Las últimas apariencias que yo había tenido eran moldes adultos, imagino que buscando diferenciarme de lo que yo había sido siendo humano. Y esa era la primera vez que había adquirido la forma de algo más cercano a mi edad como humano y me estaba comportando como tal. Aunque siempre solía actuar según mi disfraz.
"Ojalá recordara algo... "-aquel pensamiento me recordó nuevamente el vacío que tenía en mi mente. Mi vida en mi cabeza, tomando mi no-vida como parte de ella, era un libro empezado por la mitad, con las páginas iniciales en blanco. Mi corazón no latiente se llenó de tristeza y no pude evitar mostrar un rostro cargado de dramatismo. Sin embargo, sabía que llenaría esas hojas iniciales del libro de mi vida cuando encontrase a Anthony, mi presunto captor mortal y el que había intentado matarme tantas veces. Tenía por seguro que él era la clave de mi vacío.
Cuando volví en mí, escuché algo que había dicho la mujer.
-Le doy la razón, señor mío. Moverse solo actualmente es un peligro, aunque me enorgullezco de no tener ningún problema. Me disculpo por mi mala educación, mi nombre es Liliane Françoise de Noailles y me gustaría saciar mi curiosidad quedandome aquí, siempre que no sea una molestia.
Su forma de hablar y de actuar seguía llamando mi atención. El acento francés que le acompañaba al pronunciar las palabras... la manera de ahogar las erres o de silbar las eses la hacía más elegante y atractiva de lo que ya era. Algo en su voz me obligaba a ser amable y a respetarla, aunque no era obligación lo que yo sentía.
-Mi nombre es...-comencé a decir justo cuando torcí mi cabeza y vi unas escaleras que daban al segundo piso.
"¡Claro, estúpido! Tenía dos pisos y te fijaste al entrar. ¿No te diste cuenta de que todavía podía haber humanos arriba?"-pensé para mí, arrepintiéndome de haber sido tan descuidado.
Olvidándome un poco de la situación caminé hacia las escaleras, y antes de que mi pie tocase el primer escalón, habiendo decidido que a aquellos vástagos podía decirles mi nombre verdadero, dije:
-Álvaro. Mi nombre es Álvaro.-dije, aunque sin mirar directamente a los ojos a los cainitas. Después me di la vuelta y dije en alto.-No pretendía parecer especial al decir que algunos deseaban mi muerte, pero creí necesario avisar que ahora mismo me están buscando con ahínco para matarme, y que la experiencia me ha dicho que a esos que me buscan les interesa acabar con todos los que han tenido contacto conmigo. Y a ustedes todavía no les he pagado para que arriesguen su no-vida conmigo, señores de la noche. De todos modos no les prohibiré, e incluso se lo agradeceré, que me hagan compañía. Así como poder tratarles de tú, por comodidad, ya que nunca he sido ducho con esta particular forma de hablar.-
Tras eso, subí al piso de arriba lo más rápido que pude y comprobé sin fijarme demasiado que era un almacén donde se guardaba algunas sillas, mesas y parte del alcohol que servían, así como una pequeña habitación que bien podría ser un reservado para los empleados. El saber que no había humanos provocó que yo no me fijara mucho en el piso de arriba. Bajé de nuevo las escaleras, tratando de retomar el hilo por si los otros dos vástagos habían continuado la conversación.
A primera vista me pareció un vampiro con el que debería tener cuidado. Antes de que yo pudiera pronunciar palabra alguna, la mujer que me había prestado amablemente el pañuelo de seda, contestó:
-No debes preocuparte por mi no-vida- pronunció con un absorvente acento francés, tan delicado como sus ropajes e incluso ella misma, a la vez que rozaba suavemente mi mejilla con sus frías manos, demostrando una vez más mi teoría de la delicadeza de su "persona"- y tampoco deberías tomarte tantas molestias por un simple pañuelo.-
Por su forma de actuar, supuse que pensaba que yo era un niño. Al fin y al cabo no estaba del todo equivocada, mi sire me había recordado que me había dado la no-vida cuando yo todavía era muy joven. Las últimas apariencias que yo había tenido eran moldes adultos, imagino que buscando diferenciarme de lo que yo había sido siendo humano. Y esa era la primera vez que había adquirido la forma de algo más cercano a mi edad como humano y me estaba comportando como tal. Aunque siempre solía actuar según mi disfraz.
"Ojalá recordara algo... "-aquel pensamiento me recordó nuevamente el vacío que tenía en mi mente. Mi vida en mi cabeza, tomando mi no-vida como parte de ella, era un libro empezado por la mitad, con las páginas iniciales en blanco. Mi corazón no latiente se llenó de tristeza y no pude evitar mostrar un rostro cargado de dramatismo. Sin embargo, sabía que llenaría esas hojas iniciales del libro de mi vida cuando encontrase a Anthony, mi presunto captor mortal y el que había intentado matarme tantas veces. Tenía por seguro que él era la clave de mi vacío.
Cuando volví en mí, escuché algo que había dicho la mujer.
-Le doy la razón, señor mío. Moverse solo actualmente es un peligro, aunque me enorgullezco de no tener ningún problema. Me disculpo por mi mala educación, mi nombre es Liliane Françoise de Noailles y me gustaría saciar mi curiosidad quedandome aquí, siempre que no sea una molestia.
Su forma de hablar y de actuar seguía llamando mi atención. El acento francés que le acompañaba al pronunciar las palabras... la manera de ahogar las erres o de silbar las eses la hacía más elegante y atractiva de lo que ya era. Algo en su voz me obligaba a ser amable y a respetarla, aunque no era obligación lo que yo sentía.
-Mi nombre es...-comencé a decir justo cuando torcí mi cabeza y vi unas escaleras que daban al segundo piso.
"¡Claro, estúpido! Tenía dos pisos y te fijaste al entrar. ¿No te diste cuenta de que todavía podía haber humanos arriba?"-pensé para mí, arrepintiéndome de haber sido tan descuidado.
Olvidándome un poco de la situación caminé hacia las escaleras, y antes de que mi pie tocase el primer escalón, habiendo decidido que a aquellos vástagos podía decirles mi nombre verdadero, dije:
-Álvaro. Mi nombre es Álvaro.-dije, aunque sin mirar directamente a los ojos a los cainitas. Después me di la vuelta y dije en alto.-No pretendía parecer especial al decir que algunos deseaban mi muerte, pero creí necesario avisar que ahora mismo me están buscando con ahínco para matarme, y que la experiencia me ha dicho que a esos que me buscan les interesa acabar con todos los que han tenido contacto conmigo. Y a ustedes todavía no les he pagado para que arriesguen su no-vida conmigo, señores de la noche. De todos modos no les prohibiré, e incluso se lo agradeceré, que me hagan compañía. Así como poder tratarles de tú, por comodidad, ya que nunca he sido ducho con esta particular forma de hablar.-
Tras eso, subí al piso de arriba lo más rápido que pude y comprobé sin fijarme demasiado que era un almacén donde se guardaba algunas sillas, mesas y parte del alcohol que servían, así como una pequeña habitación que bien podría ser un reservado para los empleados. El saber que no había humanos provocó que yo no me fijara mucho en el piso de arriba. Bajé de nuevo las escaleras, tratando de retomar el hilo por si los otros dos vástagos habían continuado la conversación.
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Nyo
El gato se movía con gracilidad. Tenía un hermoso pelaje rayado, pero debido a la suciedad, nadie posaba en él su vista más que unos segundos.
Detrás de él caminaba con tranquilidad la chica. Sus trenzas rubias se balanceaban al compás de sus pasos. Cubría su cabeza con un gorro negro de lana, a juego con los mitones que llevaba en las manos. Esta prenda dejaba ver sus pálidas y delgadas manos, no por ello delicadas. Vestía ropa bastante sencilla. Una chaqueta negra, unos vaqueros del mismo color. Sobre los ojos llevaba unas gafas de pasta. El Don Oscuro le había otorgado la inmortalidad, pero no le había curado su defecto visual... ironías de la vida.
Caminaba, pues, con suma tranquilidad, disfrutando del paseo. Todas las noches sacaba a pasear a su adorado gato Nikki. O quizá el término correcto sería que Nikki la sacaba a pasear a ella, pues siempre era el animal el que decidía la ruta. Nyo se conformaba con seguirle.
Era realmente feliz con su sencilla vida. No necesitaba nada más que un lugar donde pasar el día, y su gato. Quizá esa inocencia era debido a que no recordaba nada de su pasado. Ni siquiera estaba segura de llamarse Nyo, aunque así se presentaba a aquellos que le preguntaban su nombre.
A veces... a veces recordaba cosas. Pero rápidamente se le olvidaban de nuevo. Era mejor así...
Nikki se detuvo, y en consecuencia, ella se detuvo también. Miró a su alrededor. Estaba justo delante de un lugar llamado Pub Rhapsody. El gato no tenía intención de moverse de allí.
-¿Quieres entrar, Nikki?
Obviamente, no hubo respuesta, pero Nyo interpretó el silencio gatuno como un sí y empujó la puerta con suavidad.
Sangre. Sangre por el suelo
Abrió desmesuradamente los ojos. Fue corriendo a un rincón, y se agarró la cabeza con las manos.
-Otra vez no... Otra vez no... Otra vez no...- musitó para sí.
Ni siquiera se percató del resto de las personas del local.
Detrás de él caminaba con tranquilidad la chica. Sus trenzas rubias se balanceaban al compás de sus pasos. Cubría su cabeza con un gorro negro de lana, a juego con los mitones que llevaba en las manos. Esta prenda dejaba ver sus pálidas y delgadas manos, no por ello delicadas. Vestía ropa bastante sencilla. Una chaqueta negra, unos vaqueros del mismo color. Sobre los ojos llevaba unas gafas de pasta. El Don Oscuro le había otorgado la inmortalidad, pero no le había curado su defecto visual... ironías de la vida.
Caminaba, pues, con suma tranquilidad, disfrutando del paseo. Todas las noches sacaba a pasear a su adorado gato Nikki. O quizá el término correcto sería que Nikki la sacaba a pasear a ella, pues siempre era el animal el que decidía la ruta. Nyo se conformaba con seguirle.
Era realmente feliz con su sencilla vida. No necesitaba nada más que un lugar donde pasar el día, y su gato. Quizá esa inocencia era debido a que no recordaba nada de su pasado. Ni siquiera estaba segura de llamarse Nyo, aunque así se presentaba a aquellos que le preguntaban su nombre.
A veces... a veces recordaba cosas. Pero rápidamente se le olvidaban de nuevo. Era mejor así...
Nikki se detuvo, y en consecuencia, ella se detuvo también. Miró a su alrededor. Estaba justo delante de un lugar llamado Pub Rhapsody. El gato no tenía intención de moverse de allí.
-¿Quieres entrar, Nikki?
Obviamente, no hubo respuesta, pero Nyo interpretó el silencio gatuno como un sí y empujó la puerta con suavidad.
Sangre. Sangre por el suelo
Abrió desmesuradamente los ojos. Fue corriendo a un rincón, y se agarró la cabeza con las manos.
-Otra vez no... Otra vez no... Otra vez no...- musitó para sí.
Ni siquiera se percató del resto de las personas del local.
Anastasia Luminis de Gaia
Salí de casa a oscuras, viendo únicamente las pocas estrellas que había sobre mí o, que al menos, se veían entre la inmensa cantidad de árboles que había haciendo camino a la ciudad.
Caminé acompañada de la única compañía en la que tenía plena confianza, Maovik,mi cuervo. A pesar de ser cuervo, no todas sus plumas eran negras; destacaban dos, una a cada lado, de un azul zafiro tan brillante que cegaría a cualquiera que las mirase fijamente, pero por supuesto las llevaba algo escondidas tras un forro de tela que no impedía ver su color, pero sí su brillo. Él volando, yo caminando, llegamos al final del camino de sombras que los árboles proyectaban e, intrigados por la nueva ciudad en que vivíamos, decidimos explorar la zona.
No tuve que andar bastante hasta llegar a un callejón que como es lógico, no había visto nunca. Asomé la cabeza, no tenía buena pinta. Pude ver un gato caminar mientras una mujer de trenzas rubias le seguía, quedando parados ambos frente a una puerta sobre la que se podía leer perfectamente el nombre: Pub Rhapsody.
Me escondí. Al fin y al cabo y gracias a la oscuridad de la noche, permanecer oculto no era difícil, y mucho menos para mí. Maovik pasando desapercibido, se posó en una de las pocas ventanas que había en el local. Esperé varios minutos hasta que volvió.
No hizo falta que me avisase de lo que podía encontrar en el interior, su pico bañado en sangre me lo decía
todo. Poco a poco y con curiosidad, me fui acercando, cuidando el ser perfectamente sigilosa,
hasta encontrarme justo detrás de aquella muchacha.
Caminé acompañada de la única compañía en la que tenía plena confianza, Maovik,mi cuervo. A pesar de ser cuervo, no todas sus plumas eran negras; destacaban dos, una a cada lado, de un azul zafiro tan brillante que cegaría a cualquiera que las mirase fijamente, pero por supuesto las llevaba algo escondidas tras un forro de tela que no impedía ver su color, pero sí su brillo. Él volando, yo caminando, llegamos al final del camino de sombras que los árboles proyectaban e, intrigados por la nueva ciudad en que vivíamos, decidimos explorar la zona.
No tuve que andar bastante hasta llegar a un callejón que como es lógico, no había visto nunca. Asomé la cabeza, no tenía buena pinta. Pude ver un gato caminar mientras una mujer de trenzas rubias le seguía, quedando parados ambos frente a una puerta sobre la que se podía leer perfectamente el nombre: Pub Rhapsody.
Me escondí. Al fin y al cabo y gracias a la oscuridad de la noche, permanecer oculto no era difícil, y mucho menos para mí. Maovik pasando desapercibido, se posó en una de las pocas ventanas que había en el local. Esperé varios minutos hasta que volvió.
No hizo falta que me avisase de lo que podía encontrar en el interior, su pico bañado en sangre me lo decía
todo. Poco a poco y con curiosidad, me fui acercando, cuidando el ser perfectamente sigilosa,
hasta encontrarme justo detrás de aquella muchacha.
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Andreas Petronacci
El joven se presentó como Álvaro, aunque no supe en ese momento si fiarme de él, y acto seguido pidió permiso para tutearnos. Medio segundo después, la puerta se abrió. En el umbral pude ver la figura de una chica, e incluso me pareció ver un gato a sus pies. No tuve tiempo de comprobarlo cuando la joven salió corriendo y se arrinconó en una esquina del local cercana a mi; murmurando algo a lo que no presté demasiada atención.
La puerta, todavía abierta, dejó ver durante un segundo la silueta de otro vástago. Me levanté de la silla y me acerqué a la encuclillada. Me agaché para escuchar lo que decía. "Otra vez no" eran las palabras que una y otra vez salían de su boca.
Me levanté otra vez y miré a la dama de la capa. El caballero se había retirado al piso superior.
-La niña parece traumatizada - dije - pero vamos... yo no me preocuparía sino por quien fuera que persigue al... el tío ese, sí... el que se acaba de presentar... Álvaro era, ¿no? Nunca tuve muy buena memoria para los nombres. - en medio segundo mil ideas se me vinieron a la cabeza. Entre ellas, la de que no me había presentado. - Andreas es mi nombre, Italia mi país de origen y soy nuevo en esta ciudad. - Mientras me presentaba hice una reverencia hacia la bella dama.
Miré, una vez más, a la joven traumatizada. "Quizás sería una buena idea hacer algo con ella" pensé.
La puerta, todavía abierta, dejó ver durante un segundo la silueta de otro vástago. Me levanté de la silla y me acerqué a la encuclillada. Me agaché para escuchar lo que decía. "Otra vez no" eran las palabras que una y otra vez salían de su boca.
Me levanté otra vez y miré a la dama de la capa. El caballero se había retirado al piso superior.
-La niña parece traumatizada - dije - pero vamos... yo no me preocuparía sino por quien fuera que persigue al... el tío ese, sí... el que se acaba de presentar... Álvaro era, ¿no? Nunca tuve muy buena memoria para los nombres. - en medio segundo mil ideas se me vinieron a la cabeza. Entre ellas, la de que no me había presentado. - Andreas es mi nombre, Italia mi país de origen y soy nuevo en esta ciudad. - Mientras me presentaba hice una reverencia hacia la bella dama.
Miré, una vez más, a la joven traumatizada. "Quizás sería una buena idea hacer algo con ella" pensé.
Última edición por el Miér 12 Dic 2007, 19:10, editado 1 vez
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NOMBRE: Eric Mim
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Liliane Françoise de Noailles
El chico se presentó como Álvaro y poco entendí del resto antes de que subiera rapidamente las escaleras hacia el segundo piso.
Mis ojos comenzaban a dejar de ver. El hombre que tenía a unos pasos, también se presentó, lo hizo como Andreas. Mientras musitó algo más de una joven, una joven que escuché entrar, pero que no miré.
Mi cabeza no me pertenecía. Mi cuerpo no me pertenecía. Lo único que me quedaba era mi voz, y mirando a aquel hombre, con la mirada más sincera que podía poner y perdiendo mis modales, le dije:
-Dejame inconsciente, vamos, hazlo. No permitas que ocurra. Ayuda…
De repente, dejé de ver, de pensar, de escuchar. Mi cuerpo se desplomó al suelo. La sangre empapó mis manos. No podía moverme.
Mis ojos comenzaban a dejar de ver. El hombre que tenía a unos pasos, también se presentó, lo hizo como Andreas. Mientras musitó algo más de una joven, una joven que escuché entrar, pero que no miré.
Mi cabeza no me pertenecía. Mi cuerpo no me pertenecía. Lo único que me quedaba era mi voz, y mirando a aquel hombre, con la mirada más sincera que podía poner y perdiendo mis modales, le dije:
-Dejame inconsciente, vamos, hazlo. No permitas que ocurra. Ayuda…
De repente, dejé de ver, de pensar, de escuchar. Mi cuerpo se desplomó al suelo. La sangre empapó mis manos. No podía moverme.
Álvaro de la Rosa
Cuando comencé a bajar las escaleras, oí mucho ruido en el piso de abajo, algo que me extrañó, con lo que presté atención a los sonidos utilizando auspex con la intención de quedarme con algo, pero lo único que había llegado a escuchar justo cuando pisaba el último escalón, había sido de los labios de la delicada francesa:
-Déjame inconsciente, vamos, hazlo. No permitas que ocurra. Ayuda…
Crucé el umbral y pude ver como se desplomaba un cuerpo al suelo, salpicando sangre a los lados. En el poco tiempo que yo había permanecido en el piso de arriba, habían llegado dos nuevos clientes al pub, ambas eran cainitas, mujeres. Una permanecía arrinconada como si hubiera entrado en un trance acompañada de un gato y del vástago que había visto antes, agachado mirándola. La otra todavía estaba en el umbral con un cuervo en el hombro.
Justo en ese instante, recordé que mis dos espadas pequeñas estaban agarradas a la chaqueta en una funda y que esta descansaba sobre una silla, al alcance de todos. Maldije mi despiste y comprobé con mi mano que los cuchillos y la pistola permanecían escondidos bajo mi jersey a la vez que caminaba apresurado hasta la mujer que se había precipitado contra el suelo.
-Me encargaré de ella-dije mientras me agachaba ante ella y apoyaba su cabeza en mi rodilla.-¿Ha ocurrido algo?-dije mirando al cainita que había visto antes.
-Déjame inconsciente, vamos, hazlo. No permitas que ocurra. Ayuda…
Crucé el umbral y pude ver como se desplomaba un cuerpo al suelo, salpicando sangre a los lados. En el poco tiempo que yo había permanecido en el piso de arriba, habían llegado dos nuevos clientes al pub, ambas eran cainitas, mujeres. Una permanecía arrinconada como si hubiera entrado en un trance acompañada de un gato y del vástago que había visto antes, agachado mirándola. La otra todavía estaba en el umbral con un cuervo en el hombro.
Justo en ese instante, recordé que mis dos espadas pequeñas estaban agarradas a la chaqueta en una funda y que esta descansaba sobre una silla, al alcance de todos. Maldije mi despiste y comprobé con mi mano que los cuchillos y la pistola permanecían escondidos bajo mi jersey a la vez que caminaba apresurado hasta la mujer que se había precipitado contra el suelo.
-Me encargaré de ella-dije mientras me agachaba ante ella y apoyaba su cabeza en mi rodilla.-¿Ha ocurrido algo?-dije mirando al cainita que había visto antes.
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Andreas Petronacci
Tras presentarme, la hermosa vampiresa que permanecía de pie en el centro de la estancia, murmuró algo mientras se desfallecía y salpicaba un pco de sangre. Álvaro no tardó en aparecer e intentar socorrer a la desmayada dama, mientras me preguntó si había pasado algo.
-¿En tu ausencia? Poca cosa - dije con tono irónico - Entró esta niña corriendo y se puso a musitar en esta esquina, alguien más espera al otro lado del umbral de la puerta, yo me presenté y ella se desmayó. Lo normal.
Agarré a la niña en brazos y salí del local; encontrándome con la otra vampiresa, que tenía un cuervo en el hombro. Apoyé a la muchacha en el suelo y a los pocos segundos un gato se acercó a ella y se restregó contra su pierna. Me extrañó esa actitud en un felino. Pero no le di importancia. Me levanté, miré a la vástaga que observaba el interior del local y le dije:
-¿Vas a entrar o te quedarás mirando hasta el amanecer?
-¿En tu ausencia? Poca cosa - dije con tono irónico - Entró esta niña corriendo y se puso a musitar en esta esquina, alguien más espera al otro lado del umbral de la puerta, yo me presenté y ella se desmayó. Lo normal.
Agarré a la niña en brazos y salí del local; encontrándome con la otra vampiresa, que tenía un cuervo en el hombro. Apoyé a la muchacha en el suelo y a los pocos segundos un gato se acercó a ella y se restregó contra su pierna. Me extrañó esa actitud en un felino. Pero no le di importancia. Me levanté, miré a la vástaga que observaba el interior del local y le dije:
-¿Vas a entrar o te quedarás mirando hasta el amanecer?
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Maximillian Strauss
-¿Qué le pasó al último?
-Oh, le clavaron un cuchillo en la cabeza. Llegas justo a tiempo para la sustitución.
-Genial.
El jefe no pudo evitar soltar una risilla.
-No te preocupes, era humano. Tú no tendrás ese problema.
-Vaya, eso me deja más tranquilo -le respondí, mientras enarcaba una ceja. La noche parecía de lo más prometedora.
Me gusta trabajar de camarero cuando soy nuevo en la ciudad. El trabajo no se parece mucho a cuando era mâitre, pero sigue siendo divertido, y me da una posición buena para observar a la gente local, y de paso siempre acabo haciendo algún amigo. Y además pagan plus por peligrosidad. Lo que no termino de entender es por qué todo el mundo asume que debo ser algún tipo de neonato en prácticas, pero tampoco me preocupa demasiado.
-Si tienes alguna duda, ya sabes, puedes preguntar a Victoria. Es esa que está cogiendo la fregona. Bla, bla, blablabla.
El jefe seguía diciendo algo, pero no me interesaba, yo estaba demasiado pendiente de la faldita de Victoria. Madre mía, qué preciosidad de chica.
Wow.
...
¡Ouch!
-¡Despierta, Maximillian! -Una colleja del jefe me trae de vuelta a la realidad. Cuando me doy cuenta la chica me mira con cara de preocupada. Sacudo la cabeza.
-Max, llámame Max. Todo el mundo me llama Max -el jefe había desaparecido para mí-.
-¿Estás bien, Max?
-Oh, sí, estoy muy bien -trato de lucir la mejor de mis sonrisas-. Déjame esa fregona, vamos a trabajar.
Cerramos la puerta del reservado con el jefe dentro, y bajamos las escaleras. Me tomo un momento para analizar el ambiente: Poca luz, un charco de sangre, cinco cadáveres -pero deben ser seis, por lo que me han contado-, un mocoso gótico avalanzándose sobre una chica inconsciente, una rubia de trenzas agachada en una esquina y un tipo de traje invitando a entrar a otra chica. Menudo panorama.
-¿Es así todas las noches?
-Bueno, las hay mejores.
-Oh. ¿Y qué se hace con los cadáveres?
-Los cadáveres se suben y se meten en el almacén. Entras por el reservado, y segunda puerta a la derecha. Yo me encargo de fregar el suelo.
-¡Vaya, qué bien montado lo tenemos! ¡Organice sus asesinatos múltiples en el pub Rhapsody! ¡Tenemos unos serviciales camareros y un eficaz servicio de reciclaje de cuerpos!
-¿Quieres el trabajo o no?
-Segunda a la derecha, entendido. Marchando.
-Genial.
El jefe no pudo evitar soltar una risilla.
-No te preocupes, era humano. Tú no tendrás ese problema.
-Vaya, eso me deja más tranquilo -le respondí, mientras enarcaba una ceja. La noche parecía de lo más prometedora.
Me gusta trabajar de camarero cuando soy nuevo en la ciudad. El trabajo no se parece mucho a cuando era mâitre, pero sigue siendo divertido, y me da una posición buena para observar a la gente local, y de paso siempre acabo haciendo algún amigo. Y además pagan plus por peligrosidad. Lo que no termino de entender es por qué todo el mundo asume que debo ser algún tipo de neonato en prácticas, pero tampoco me preocupa demasiado.
-Si tienes alguna duda, ya sabes, puedes preguntar a Victoria. Es esa que está cogiendo la fregona. Bla, bla, blablabla.
El jefe seguía diciendo algo, pero no me interesaba, yo estaba demasiado pendiente de la faldita de Victoria. Madre mía, qué preciosidad de chica.
Wow.
...
¡Ouch!
-¡Despierta, Maximillian! -Una colleja del jefe me trae de vuelta a la realidad. Cuando me doy cuenta la chica me mira con cara de preocupada. Sacudo la cabeza.
-Max, llámame Max. Todo el mundo me llama Max -el jefe había desaparecido para mí-.
-¿Estás bien, Max?
-Oh, sí, estoy muy bien -trato de lucir la mejor de mis sonrisas-. Déjame esa fregona, vamos a trabajar.
Cerramos la puerta del reservado con el jefe dentro, y bajamos las escaleras. Me tomo un momento para analizar el ambiente: Poca luz, un charco de sangre, cinco cadáveres -pero deben ser seis, por lo que me han contado-, un mocoso gótico avalanzándose sobre una chica inconsciente, una rubia de trenzas agachada en una esquina y un tipo de traje invitando a entrar a otra chica. Menudo panorama.
-¿Es así todas las noches?
-Bueno, las hay mejores.
-Oh. ¿Y qué se hace con los cadáveres?
-Los cadáveres se suben y se meten en el almacén. Entras por el reservado, y segunda puerta a la derecha. Yo me encargo de fregar el suelo.
-¡Vaya, qué bien montado lo tenemos! ¡Organice sus asesinatos múltiples en el pub Rhapsody! ¡Tenemos unos serviciales camareros y un eficaz servicio de reciclaje de cuerpos!
-¿Quieres el trabajo o no?
-Segunda a la derecha, entendido. Marchando.
Liliane Françoise de Noailles
En mi mente comenzó a retumbar el eco de las palabras y movimientos de los allí presentes. Mi cuerpo parecía despertar, aunque me veía incapaz de controlarlo. Sin más, mis ojos se abrieron de par en par.
Allí estaba Álvaro. Parecía estar cuidando de mí, aunque no podría jurar que sintiera preocupación. Le miré, con curiosidad y simpatía.
Sin mediar palabra, dejé caer mi cabeza hasta tener un buen punto de vista de la puerta. Había alguien allí, pero poco o nada me importaba. Pasados unos segundos analizando la situación, volví a mi posición del principio.
Miré mis manos. La sangre recorría mis brazos, tiñéndolos casi completamente de su color. Sonreí. Aunque no tardaría mucho en buscar algún lugar donde limpiar el estropicio.
Levanta- dijo una voz dentro de mi cabeza.
Aquella voz dulce retumbó con fuerza. Pude reconocerla, era Julie.
Miré el local e intenté incorporarme, aunque las fuerzas me fallaban, al final logré ponerme en pie.
-Gracias- dije con un tono de voz dulce y agradecido- que estropicio… – agarré mi vestido mirando las numerosas manchas de sangre, de nuevo miré mis manos y me sentí incómoda, deseaba cambiarme de ropa, deseaba estar limpia- ahora es cuando me gustaría llevar siempre conmigo una maleta-solté un pequeña carcajada frustrada.
Allí estaba Álvaro. Parecía estar cuidando de mí, aunque no podría jurar que sintiera preocupación. Le miré, con curiosidad y simpatía.
Sin mediar palabra, dejé caer mi cabeza hasta tener un buen punto de vista de la puerta. Había alguien allí, pero poco o nada me importaba. Pasados unos segundos analizando la situación, volví a mi posición del principio.
Miré mis manos. La sangre recorría mis brazos, tiñéndolos casi completamente de su color. Sonreí. Aunque no tardaría mucho en buscar algún lugar donde limpiar el estropicio.
Levanta- dijo una voz dentro de mi cabeza.
Aquella voz dulce retumbó con fuerza. Pude reconocerla, era Julie.
Miré el local e intenté incorporarme, aunque las fuerzas me fallaban, al final logré ponerme en pie.
-Gracias- dije con un tono de voz dulce y agradecido- que estropicio… – agarré mi vestido mirando las numerosas manchas de sangre, de nuevo miré mis manos y me sentí incómoda, deseaba cambiarme de ropa, deseaba estar limpia- ahora es cuando me gustaría llevar siempre conmigo una maleta-solté un pequeña carcajada frustrada.
Anastasia Luminis de Gaia
Había pasado un rato, y mi mente estaba bajando de nuevo a la Tierra cuando un completo desconocido se me acercó y preguntó:
-¿Vas a entrar o te quedarás mirando hasta el amanecer?
Me pareció borde pero no supe exactamente en que pensar, visualizando el interior no creí que alguien pudiera hablar en un tono más amable, no obstante y siguiendole el juego, contesté:
-Me quedaré aquí, ¿Acaso no ves que se está mejor al frío del invierno en plena noche?- Lo dije con el tono más sarcástico que pude, y entré dejándole atrás. Fue complicado con un cuerpo tendido a mi frente y él, que ni se presentó, cubriendo la puerta.
-Por cierto, me llamo Anastasia.- Dije una vez dentro.
A l a mujer que había caído al suelo la cuidaba un hombre que por lo que pude oír, se llamaba Álvaro. No presté atención y fui a sentarme a la primera silla que vi, cuidándome de no manchar mi largo vestido granate. Maovik ya estaba esperando.
Bajaba gente del piso de arriba, parecían un nuevo camarero y el jefe del local, vaya, creí que ya se había comprobado que en ese piso no quedara nadie. Tenía sed. Esperé al camarero un rato ahí sentada, pero subió de nuevo.
Al hombre que me había "invitado" a pasar, que aún estaba en la puerta, tan elegantemente como pude y sin falta de confianza, pregunté:
-Y tú, ¿No vas a invitarme a nada?
-¿Vas a entrar o te quedarás mirando hasta el amanecer?
Me pareció borde pero no supe exactamente en que pensar, visualizando el interior no creí que alguien pudiera hablar en un tono más amable, no obstante y siguiendole el juego, contesté:
-Me quedaré aquí, ¿Acaso no ves que se está mejor al frío del invierno en plena noche?- Lo dije con el tono más sarcástico que pude, y entré dejándole atrás. Fue complicado con un cuerpo tendido a mi frente y él, que ni se presentó, cubriendo la puerta.
-Por cierto, me llamo Anastasia.- Dije una vez dentro.
A l a mujer que había caído al suelo la cuidaba un hombre que por lo que pude oír, se llamaba Álvaro. No presté atención y fui a sentarme a la primera silla que vi, cuidándome de no manchar mi largo vestido granate. Maovik ya estaba esperando.
Bajaba gente del piso de arriba, parecían un nuevo camarero y el jefe del local, vaya, creí que ya se había comprobado que en ese piso no quedara nadie. Tenía sed. Esperé al camarero un rato ahí sentada, pero subió de nuevo.
Al hombre que me había "invitado" a pasar, que aún estaba en la puerta, tan elegantemente como pude y sin falta de confianza, pregunté:
-Y tú, ¿No vas a invitarme a nada?
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Andreas Petronacci
- Y tú, ¿No vas a invitarme a nada?
Su respuesta me pareció de un egocentrismo y una chulería que me desconcertó. La miré, arqueé una ceja y le contesté:
- No tengo motivos para hacerlo, por lo que te quedarás con las ganas.
La adelanté y me adentré en el local. Vi como un vástago estaba llevando los cadáveres ayudado de una jóven que no estaba nada mal.
- Por fin algo de orden - dije - ¡Camarero!, cuando puedas ponme un poco de sangre con alcohol... algo parecido a un cubata.
Me senté en una silla y observé lo que los demás hacían.
Su respuesta me pareció de un egocentrismo y una chulería que me desconcertó. La miré, arqueé una ceja y le contesté:
- No tengo motivos para hacerlo, por lo que te quedarás con las ganas.
La adelanté y me adentré en el local. Vi como un vástago estaba llevando los cadáveres ayudado de una jóven que no estaba nada mal.
- Por fin algo de orden - dije - ¡Camarero!, cuando puedas ponme un poco de sangre con alcohol... algo parecido a un cubata.
Me senté en una silla y observé lo que los demás hacían.
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EDAD: 29
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Álvaro de la Rosa
El vástago me respondió y me contó todo lo que había sucedido, entre lo que se encontraba el haberse presentado. La delicada gala se levantó y me agradeció el haber cuidado de ella. Una vampiresa se introdujo en el establecimiento y se presentó como Anastasia. En poco tiempo el local se había llenado de vástagos, incluido un camarero que había venido de arriba.
"No era lo que yo buscaba... ¡¡Quería un puto sitio tranquilo!! En fin... ellos se han buscado esto. Si vienen mis perseguidores y los matan a todos, ¡que se jodan!. Sólo falta que aparezca un licántropo por estos lares y ya será una noche redonda..."
El vástago que dijo que se había presentado se sentó en una silla y le pidió algo al camarero. Yo cogí mi chaqueta, apoyada en uno de las sillas que estaba al lado de los sofás, y la llevé conmigo, para evitar más derramamiento de sangre por si algún Ravnos "Manos-Largas" estaba entre los clientes, teniendo mis espadas conmigo. Tras esto, fui hasta la barra y me senté al lado del aquel vástago.
-Dijiste que te habías presentado. Disculpa por pedirte que lo repitas... ¿pero cuál es tu nombre?-
Al menos, intentaría pasar la noche con alguna charla interesante.
"No era lo que yo buscaba... ¡¡Quería un puto sitio tranquilo!! En fin... ellos se han buscado esto. Si vienen mis perseguidores y los matan a todos, ¡que se jodan!. Sólo falta que aparezca un licántropo por estos lares y ya será una noche redonda..."
El vástago que dijo que se había presentado se sentó en una silla y le pidió algo al camarero. Yo cogí mi chaqueta, apoyada en uno de las sillas que estaba al lado de los sofás, y la llevé conmigo, para evitar más derramamiento de sangre por si algún Ravnos "Manos-Largas" estaba entre los clientes, teniendo mis espadas conmigo. Tras esto, fui hasta la barra y me senté al lado del aquel vástago.
-Dijiste que te habías presentado. Disculpa por pedirte que lo repitas... ¿pero cuál es tu nombre?-
Al menos, intentaría pasar la noche con alguna charla interesante.
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